“Hijo mío te pido que leas por lo menos un libro por semana y nunca dejes de hacerlo, solo la lectura nos salvara, prométemelo Cristian.”
Recuerdo, cuando estaba en educación secundaria, en tiempos donde no existía el internet, mientras hacíamos clases, atrás, un compañero se la pasaba mirando hacia abajo como si algo estuviera caminando por el piso y siempre tuve la curiosidad de saber qué es lo que ocurría, por que no creía que todos los días caminara un bicho por el suelo. Mi carpeta se ubicaba adelante, así que era un poco difícil saber qué es lo que ocurría atrás, por otro lado cuando volteaba a mirar, él rápidamente disimulaba.
Así pasaría los días hasta que un día hice un trato con otro compañero para sentarme atrás, cerca del compañero misterioso, su nombre era Cristian, un adolescente de constitución física delgado, de tez trigueña, mediano de estatura y de comportamiento aparentemente introvertido. Recuerdo muy bien, mientras el profesor de formación laboral que nos enseñaba a tejer, en su hora teórica hablaba, él seguía mirando abajo aunque de cuando en cuando miraba al profesor para no llamar su atención. Ahora ya me encontraba sentado próximo a él, pude advertir lo que estaba haciendo; leía un libro pequeño, su título era “El zorro de abajo y el zorro de arriba ” de José María Arguedas,…vaya con que era esto me dije - a mí mismo – A la semana siguiente lo veía leyendo otro título y así sucesivamente hasta que termine cuarto grado de secundaria.
Después de la vacaciones en Lima volví al colegio, algunos habían crecido, otros no tanto, yo también lo notaba algo diferente el tamaño y forma de las cosas y personas, pero me interesaba saber; que fue de Cristian, recuerdo que la primera semana no vino y me dije- seguro se cambió de colegio – pero el lunes de la semana siguiente apareció, había crecido bastante, de hecho era más alto que yo, era un muchacho tranquilo, pausado al hablar, hacia bromas de cuando en cuando, pero no hablaba mucho, más bien escuchaba a los demás; pero había algo más que destacaba en él, era su madurez para la edad que tenía. Estábamos en quinto de secundaria, de promoción, muchas cosas cambiaron, el aula era distinta, los alumnos se juntaban en grupos; habían de los llamados “capos” o muy estudiosos que seguían las indicaciones de los profesores al pie de la letra, también habían de los llamados “memoristas“ que aprendían los temas como si tratara de un poema, de ese grupo escogieron como personaje principal Ollanta y Piquichaki, ellos aprendieron de memoria casi todo el texto de la obra “OLLANTAY” , por entonces la obra teatral se presentó en varios distritos de la provincia Grau; había otro grupo que se iniciaban en el hampa que se dedicaban a robar cerdos, caballos y ganado vacuno a costa de la noche lóbrega siempre montados a caballo, del cerdo preparaban rico lechón que se vendía en la plaza de armas o puerta del colegio, de lunes a viernes, en horas de receso – algunos de este grupo decían - que la actividad era para la fiesta de promoción y así fue ; habían también de los revoltosos y matones que golpeaban y hacían pelear a incautos compañeros. Cristian no pertenecía a ningún grupo, tampoco yo, por lo que cuando en cuando intercambiábamos información sobre algún título ya sea novela o libro de especialidad y llegábamos a veces a competir por quién leía mas novelas al mes. Una mañana de clases, el profesor de historia, un señor de mediana edad alto y algo subido de peso encontró a Cristian leyendo un texto y le gritó muy enfadado. ... ¿Qué diablos te pasa?.. , …yo explicando y tu leyendo otra cosa, veamos que está ojeando el alumno Jiménez… , riéndose y tratando de ridiculizarlo en frente de sus compañeros mostró su libro a toda la clase; el libro tenía un forro sencillo de fotografías de autos de colección, por lo que el profesor dijo- con que carritos no, mientras yo hablo de la llegada de los españoles al Perú… , a ver qué vas a decir, pasa adelante Jiménez… , yo estaba expectante de lo que ocurriría, sabía algo que el profesor y la mayoría de compañeros desconocían, la mayoría digo, porque desde el año pasado cuatro alumnos seguíamos los pasos de Cristian y adquirimos el hábito de la lectura, sin embargo, esta vez creí que el profesor tenía razón, Jiménez estaba leyendo sobre carros en plena clase, Cristian Jiménez pasó adelante, por un momento en la clase, había un bullicio ensordecedor de burlas hacia él, Cristian miró hacia sus compañeros y esperó que haya un silencio para empezar a hablar muy seguro y con una facilidad de palabra empezó su discurso - señor profesor, queridos compañeros - hablar de la llegada de los españoles al Perú, que es el tema que Ud. está tratando, es hablar de un período de dominación, es un capitulo plagado de humillaciones, violaciones y saqueos a una cultura milenaria como fue la Inca…, después de una magistral exposición de quince minutos, propio de un profesional y no de un escolar, las pifias y burlas que tenuemente se disparaban entre sus compañeros pronto dieron paso al asombro y a un ensordecedor voto de aplausos. Mientras tanto el profesor Martin Medina se quedó atónito por la capacidad reflexiva, crítica y la facilidad de palabra de su alumno, sin embargo rápidamente cambió su rostro y trato de restarle méritos y le hizo preguntas capciosas, a los que Cristian respondió sin problemas. Antes de regresar a su carpeta Cristian Jiménez le hablo a su profesor mirándolo y señalando con bastante seguridad,…el libro que Ud. está agarrando no es un libro de carritos, ojee bien por favor..., y así lo hizo el maestro – Cristian le dice - como Ud. puede observar sólo el forro es de carritos, su título es Historia general del Perú, Tomo I, del Inca Garcilaso de la Vega …Y los alumnos dirigieron sus burlas, hacia el profesor,…con que carritos profesor no. En ese momento el PROF. Medina se sentía tan avergonzado que decidió dar por terminada su clase quince minutos antes de la hora oficial y se fue raudo sin mirar atrás. Por libio Benites Huamanire.
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